No creo en las verdades relativas, las medias tintas o las gamas de grises.
No creo en la verdad absoluta y en las mentiras piadosas. No creo en las buenas intenciones a ciencia cierta, ni en las malas actuaciones sin justificación. No creo en lo completo y ni me molesto en criticar a aquellos que dicen que existe lo incompleto.
No creo en los sentimientos fijos y duraderos, tampoco creo que no se pueda llegar a sufrir cada una de las sensaciones de este mundo. No creo en el amor eterno, sincero y puro. Creo en el amor intenso pero pasajero, creo en el amor como una ilusión, una forma momentánea de explicar la realidad en una situación y momento determinados.
No creo en que nada sea suficiente para complacernos eternamente, porque lo único constante que encontrarás en la vida es el cambio. No suelo creer en las segundas oportunidades, ni en que la gente cambia. Los malos siempre serán malos y los tipos buenos no serán tan buenos. No creo en las sonrisas si no son sinceras. Ni en las miradas sin fondo. No creo en los besos sin deseo y en el sexo sin amor.
No creo en el día sin la noche, ni en el calor sin el frió, ni en el amor sin desamor, en la alegría sin la tristeza, el bienestar sin el dolor, los sentidos sin la razón; creo en lo opuesto cuando está unido. Por separado nada es suficiente, juntos sin embargo se complementan forman la unidad idónea, el equilibrio que nos hace ser felices.
Para mi no existe lo perfecto, pero tampoco existe el defecto, existe lo perfectamente imperfecto.
No creo que toda la realidad sea cierta y que toda la imaginación sea incierta. No creo que los sueños sean solo sueños y que la vida sea vida sin más. Creo que la vida es un sueño, un frenesí, todos tenemos nuestras ilusiones. Es más, no es que las tengamos, es que las necesitamos. Alimentan nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras vidas como una bebida energética con dosis extra de cafeína.
Yo existo, tú existes y él lo hace también. Coetáneos, pero diferentes; humanos, pero únicos, sin punto de comparación. No somos iguales y sin embargo nos comparan.
No creo en la veracidad de las comparaciones, porque.... ¿Cómo comparas cosas que son como los extremos? Somos extremos y nos complementamos, pero ¿para que comparamos?, cada uno somos especiales e irremplazables, no somos ni mejores ni peores, solo diferentes.
He dejado de creer en muchas cosas, pero creo en mi autenticidad, creo en mis posibilidades y en la capacidad que he adquirido de sonreír como los tontos, es eficaz, ya lo creo, es propio de mí.
’Reírse de todo es propio de los tontos, pero no reírse de nada, lo es de los estúpidos.
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